¿Qué son las emociones?
Son estados afectivos que experimentamos y que nos ayudan a saber cómo nos encontramos, cuáles son nuestras motivaciones, nuestros deseos, necesidades e incluso objetivos. Por tanto, si sentimos una emoción, eso significa que se trata de algo muy importante para nosotros.
Existen 5 emociones básicas que podemos sentir: alegría, miedo, rabia, tristeza y asco.
También existen otras emociones que surgen de la combinación de esas emociones básicas, como la preocupación, vergüenza, decepción, celos, etc.
¿Hay emociones buenas o malas?


Hay una idea generalizada de que existen emociones positivas y negativas, pero en realidad no es necesario calificarlas como buenas o malas, sino que estas las podemos experimentar o interpretar como agradables y otras desagradables.
Hay emociones que nos gustan sentir más que otras. Por ejemplo, a casi todas las personas les gusta sentir alegría y a la mayoría de personas no les gusta sentir tristeza, pero ambas emociones son necesarias, ya que cada una nos trae un mensaje particular.
¿Qué nos comunican las emociones?
Reconocer todas nuestras emociones nos ayudan o nos dan información para tener un tipo de respuesta o acción frente a la situación que atravesamos.
Por ejemplo, frente al miedo podremos hacer algo para estar a salvo como seguir todos los protocolos de bioseguridad por la coyuntura actual; frente a la tristeza podemos sentir menos ganas de hacer las cosas, podemos llorar y buscar refugio para calmarnos, ya sea en nosotros mismos quizás escuchando alguna canción que nos haga sentir mejor o ya sea buscando refugio en otra persona como cuando decidimos contarle a alguien de confianza lo que estamos sintiendo; frente a la alegría podremos sonreír, saltar, compartir con otras personas y disfrutar de lo acontecido, etc.
Y los bebes… ¿Cómo comunican sus emociones, si aún no pueden hablar?
Lo hacen a través del llanto, la risa, son comportamientos, a medida que vayan creciendo, van teniendo otras formas de comunicarse como el lenguaje o identificando lo que sienten y ya lo puedan nombrar.
El comportamiento tiene una intención comunicativa
Por ejemplo, cuando son muy pequeños, se suele decir que no se acostumbre a los niños a estar solo en brazos y que si lloran es porque nos quieren manipular, lo cual no es cierto. El bebé frente a un malestar físico como el frío podría experimentar molestia y su respuesta comportamental será el llanto, ya que es la manera con la que nos comunicará que algo le genera incomodidad, que hay algo que no se siente agradable.
Cuando el bebe es cargado por la madre o percibe su olor, esto le generará alegría, placer y que probablemente la experimenta como agradable, por lo que podría responder con algunas risas, sonrisas o buscando la mirada de la figura de este cuidador.
Es así que detrás del llanto hay una emoción, atenderlo es responder a su necesidad. Él solo no puede cibrirla, necesita al adulto cuidador.
Responder a este llanto también genera emociones agradables y por eso vamos a ver que el niño reacciona con sonrisas, siguiéndonos con la mirada. Si nunca se responde al llanto, va a asociarlo con una sensación desagradable.
A medida que el bebé va creciendo, sus respuestas también se harán más complejas, porque sus necesidades también serán otras.
El bebé que está empezando a caminar querrá conocer el ambiente por sí solo, quizá la presencia del cuidador para ayudarlo tendrá otro rol, “para supervisar frente al peligro” y para poner algunos límites, sin evitar la exploración que amplía sus conocimientos en relación al entorno y así mejorar sus respuestas de independencia y aprendizaje.


El bebé está a punto de colocar algo que encontró en el piso en su boca y su cuidador se lo arrebata de la mano y ello desencadena una respuesta de llanto, tirarse al piso: o si lo levantan, puede llevar el cuerpo hacia atrás sin medir que puede lastimarse.
Llorar o tirarse al piso nos podría comunicar una necesidad del niño, porque no tiene otro recurso para comunicarlo como decir “quiero esto” o “quiero seguir”.
Recomendamos
Que el cuidador capte su atención y lo alejarlo del riesgo, de otras maneras, sin limitar la exploración. Por ejemplo, nombrar lo que ha cogido y ofrecerle algo que sí pueda llevarse a la boca. O si está explorando, podría supervisarlo y ofrecerle otras alternativas de movimiento.
En esta etapa será importante que los cuidados puedan establecer algunos límites que le permitan al bebé entender por qué no podemos hacer algo en ese momento.
En ocasiones esta respuesta en su comportamiento por parte del niño puede ser entendida como “tiene carácter fuerte”, “está haciendo un berinche”, pero en realidad a nivel neurológico el infante aún no ha desarrollado las habilidades necesarias para comprender por qué el cuidador no me permite meter eso en mi boca.
Cuando el lenguaje vaya apareciendo, él o ella también puedan ir nombrando aquello que sienten. Cuando le dicen: “entiendo que estás molesto, pero esto no lo podemos comer o vamos a comer esta otra cosa”.
Anticipararnos es la clave: Te puedes anticipar, por ejemplo en el supermercado, y decir lo que se va a hacer y cumplir lo que se hace, y también ayudarlo desde lo que ve y lo que puede tocar.
REFERENCIAS:
Artículo escrito por la Ps. Zaira Peralta.
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